La redención de LOS GALIFARDOS
Una aproximación semántica a manera de introducción
La lengua popular es tan rica que a veces te deja boquiabierto en cualquier parquecito clandestino de la ciudad. Y si es de noche, sobre el pasto crecido y escuchando suavecito el último disco de Calamaro (“La lengua popular”), mucho mejor. Pero aquí no se trata de encontrarle doble sentido a cualquier evanescencia de la vida, ni mucho menos ocasionar depresiones instantáneas con las últimas canciones de este gaucho maldito. Lo que deseamos en este primer post es poner bien en claro el significado de la palabra GALIFARDO, una descabellada aventura que nos ha llevado a bregar por distintos rincones de esta Lima edificada como una arquitectura del espanto. Porque si algo olisqueamos con nuestros malogrados instintos es que GALIFARDO sólo existe en el Diccionario de la Real Academia de la Calle, esa enciclopédica intangible propia de la cultura del asfalto y del habla popular.
Se entiende entonces que nuestra identidad es urbana y marginal (y por qué no decir pansexual). GALIFARDO no figura en el oficialismo castrante del idioma español, sino más bien es considerado un NN picoteado por anónimos insectos del neoculteranismo. Sin embargo, estos dilemas no son importantes para nuestro derrotero. Sabemos que algún día se rendirán a nuestros pies, rogando ser irrumados con primorosa urgencia. Por ahora es mejor recurrir a la sabiduría de la gente de a pie, esos verdaderos lingüistas y filólogos que afirman que GALIFARDO es una palabra grandilocuente para designar a aquellos individuos vagabundos, inútiles y holgazanes que tienen una debilidad por las bebidas alcohólicas. Pero eso no es concluyente. Reafirmamos que es una palabra grandilocuente porque un GALIFARDO no es cualquier vago de pacotilla. GALIFARDO es un romántico que se dedica a tiempo completo a cultivar alguna actividad artística, sea fingiendo u ocultando esa verdadera vocación con alguna rutinaria vida de mortal. De ahí su naturaleza ausente con tendencia al dolor desconocido del hombre.
Un síntoma de esta afirmación podríamos encontrarla (atrevidamente) en la palabra Galfardo, vocablo proveniente de la ciudad de Caspe-España. En ese lugar, Galfardo es alguien listo, ingenioso y golfo (entiéndase golfo como puto). Mientras despotricamos la cercanía con una de las palabras del diccionario de la RAE. Nos referimos a Galfarro, término peyorativo que significa “hombre ocioso, perdido, que se mantiene hurtando”. Eso jamás. Un GALIFARDO no es un ladrón, a menos que se le considere así por haber robado algún corazoncito. Pero eso no es un delito: al no poseer un talento especial para el amor, no nos queda otra que arrancharlo. Entiendan nuestra envidia, amigos bienaventurados. Y entiendan también que nada tenemos que ver con la bohemia: nuestro afán no es frecuentar algún bar desconocido para después volverlo mítico y turístico. A diferencia de los bohemios, nosotros pululamos por las calles como un circo de barriadas, ya que somos en realidad unos payasos ambulantes con brebajes improvisados en las mochilas: mientras los bohemios pasean su vacío existencial por las cantinas, nosotros nos ocultamos de esa debilidad riéndonos a carcajadas en cualquier esquina del mundo.
Así nos bautizamos como LOS GALIFARDOS, una legión romántica de artistas incomprendidos, muchas veces sindicados peyorativamente como vagos. Pero se equivocan. Nosotros encontramos nuestro linaje en colectivos nacionales como el Grupo Colónida, el Movimiento Hora Zero, el Movimiento Kloaka y el Grupo Neón. A nivel de colectivos internacionales rendimos tributo al movimiento Techo de ballena de Venezuela, al grupo Oulipo de Francia, a los Beatnik de Estados Unidos, a los infrarrealistas de México y a los nadaístas de Colombia. En ellos encontramos el camino verdadero de la redención. La consigna es la misma: leer, leer, leer; escribir, escribir, escribir; y vivir, vivir, vivir. La famosa regla de tres del maestro Oswaldo Reynoso. Sin embargo, queda claro también que somos un grupo con intereses personales muy delimitados. En Los galifardos encontrarás referencias al onanismo (Edwards), al nachiismo (Oso), al homoerotismo (José), al neosolipsismo (Abraham), al neomarxismo reloaded (Javier), a la pornofilia (Jesús) y a la vinosexualidad (Richard). Un amplio margen de conocimientos que se complementan formando un quid original y placentero como una novísima maniobra en la rutinaria vida sexual. Bienvenidos!
Una aproximación semántica a manera de introducción
La lengua popular es tan rica que a veces te deja boquiabierto en cualquier parquecito clandestino de la ciudad. Y si es de noche, sobre el pasto crecido y escuchando suavecito el último disco de Calamaro (“La lengua popular”), mucho mejor. Pero aquí no se trata de encontrarle doble sentido a cualquier evanescencia de la vida, ni mucho menos ocasionar depresiones instantáneas con las últimas canciones de este gaucho maldito. Lo que deseamos en este primer post es poner bien en claro el significado de la palabra GALIFARDO, una descabellada aventura que nos ha llevado a bregar por distintos rincones de esta Lima edificada como una arquitectura del espanto. Porque si algo olisqueamos con nuestros malogrados instintos es que GALIFARDO sólo existe en el Diccionario de la Real Academia de la Calle, esa enciclopédica intangible propia de la cultura del asfalto y del habla popular.
Se entiende entonces que nuestra identidad es urbana y marginal (y por qué no decir pansexual). GALIFARDO no figura en el oficialismo castrante del idioma español, sino más bien es considerado un NN picoteado por anónimos insectos del neoculteranismo. Sin embargo, estos dilemas no son importantes para nuestro derrotero. Sabemos que algún día se rendirán a nuestros pies, rogando ser irrumados con primorosa urgencia. Por ahora es mejor recurrir a la sabiduría de la gente de a pie, esos verdaderos lingüistas y filólogos que afirman que GALIFARDO es una palabra grandilocuente para designar a aquellos individuos vagabundos, inútiles y holgazanes que tienen una debilidad por las bebidas alcohólicas. Pero eso no es concluyente. Reafirmamos que es una palabra grandilocuente porque un GALIFARDO no es cualquier vago de pacotilla. GALIFARDO es un romántico que se dedica a tiempo completo a cultivar alguna actividad artística, sea fingiendo u ocultando esa verdadera vocación con alguna rutinaria vida de mortal. De ahí su naturaleza ausente con tendencia al dolor desconocido del hombre.
Un síntoma de esta afirmación podríamos encontrarla (atrevidamente) en la palabra Galfardo, vocablo proveniente de la ciudad de Caspe-España. En ese lugar, Galfardo es alguien listo, ingenioso y golfo (entiéndase golfo como puto). Mientras despotricamos la cercanía con una de las palabras del diccionario de la RAE. Nos referimos a Galfarro, término peyorativo que significa “hombre ocioso, perdido, que se mantiene hurtando”. Eso jamás. Un GALIFARDO no es un ladrón, a menos que se le considere así por haber robado algún corazoncito. Pero eso no es un delito: al no poseer un talento especial para el amor, no nos queda otra que arrancharlo. Entiendan nuestra envidia, amigos bienaventurados. Y entiendan también que nada tenemos que ver con la bohemia: nuestro afán no es frecuentar algún bar desconocido para después volverlo mítico y turístico. A diferencia de los bohemios, nosotros pululamos por las calles como un circo de barriadas, ya que somos en realidad unos payasos ambulantes con brebajes improvisados en las mochilas: mientras los bohemios pasean su vacío existencial por las cantinas, nosotros nos ocultamos de esa debilidad riéndonos a carcajadas en cualquier esquina del mundo.
Así nos bautizamos como LOS GALIFARDOS, una legión romántica de artistas incomprendidos, muchas veces sindicados peyorativamente como vagos. Pero se equivocan. Nosotros encontramos nuestro linaje en colectivos nacionales como el Grupo Colónida, el Movimiento Hora Zero, el Movimiento Kloaka y el Grupo Neón. A nivel de colectivos internacionales rendimos tributo al movimiento Techo de ballena de Venezuela, al grupo Oulipo de Francia, a los Beatnik de Estados Unidos, a los infrarrealistas de México y a los nadaístas de Colombia. En ellos encontramos el camino verdadero de la redención. La consigna es la misma: leer, leer, leer; escribir, escribir, escribir; y vivir, vivir, vivir. La famosa regla de tres del maestro Oswaldo Reynoso. Sin embargo, queda claro también que somos un grupo con intereses personales muy delimitados. En Los galifardos encontrarás referencias al onanismo (Edwards), al nachiismo (Oso), al homoerotismo (José), al neosolipsismo (Abraham), al neomarxismo reloaded (Javier), a la pornofilia (Jesús) y a la vinosexualidad (Richard). Un amplio margen de conocimientos que se complementan formando un quid original y placentero como una novísima maniobra en la rutinaria vida sexual. Bienvenidos!
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PD: El robot borracho de la portada lleva el nombre de Bender, un personaje de la serie de Fox titulada Futurama. Lo escogimos porque en aras de parecerse a los humanos, este robot encontró en los cigarrillos y el alcohol la mejor forma de imitarlos. Nosotros también queremos ser humanos. En cuanto al nombre del blog (Jarabe de palito), podemos decir que fue un arrebato orgásmico de la última bacanal de LOS GALIFARDOS (próxima a publicarse). Nos inspiramos en el doble sentido (fíjense bien) de esa frase en la siguiente canción: